El talento de Mr. Wert
Bajo el paraguas de la existencia de diferentes “talentos” en el alumnado, lo que se pretende es romper el actual tronco común en la escolaridad básica y común
El Ministro de Educación, Jose Ignacio Wert, ha conseguido, contra
viento y marea y con la oposición de toda la comunidad educativa, llevar
a trámite parlamentario su reforma educativa, que él ha denominado
eufemísticamente “ley orgánica de mejora de la calidad educativa”
(LOMCE). Y digo eufemísticamente, porque es un proyecto de ley que, en
clara contradicción con el título que proclama, es una reforma
profundamente clasista y segregadora.
Bajo el paraguas de la existencia de diferentes “talentos” en el
alumnado, lo que se pretende realmente, mediante vías paralelas e
itinerarios, es romper el actual tronco común en la escolaridad básica y
común, desviando y segregando al alumnado con mayores dificultades
hacía vías devaluadas e itinerarios segregadores según el “grado de
talento” que alguien determine en un momento dado que un niño o una niña
posee.
El término “talento”, infrecuente en la literatura pedagógica
contemporánea, es un vocablo recuperado de la terminología bíblica para
utilizarlo en esta Ley. Se orienta en un sentido innato y selectivo, que
es contrario al principio y la orientación básica de la pedagogía y la
psicología actual: toda persona tiene capacidad y deseo de aprender a lo
largo de toda la vida, lo que falla es la capacidad para saber motivar y
entusiasmar a las personas en el proceso de aprendizaje
Sin embargo, en contra de toda evidencia científica, Mr. Wert, en el preámbulo de su proyecto de ley, afirma que “todos
los estudiantes poseen talento, pero la naturaleza de este talento
difiere entre ellos, por lo que el sistema educativo debe contar con los
mecanismos necesarios para desarrollar una estructura educativa que
contemple diferentes trayectorias. La lógica de la reforma se basa en la
evolución hacia un sistema capaz de canalizar a los estudiantes hacia
las trayectorias más adecuadas a sus capacidades”.
Lo primero que habría que preguntarse es quién va a determinar el
supuesto grado de talento que tiene un niño o niña y en función de qué
criterios y parámetros. Con qué pruebas. En qué momento de su evolución y
desarrollo. De hecho, la mayoría de expertos y expertas plantean que,
en caso de poder diseñar ese tipo de pruebas que “midan” el talento,
este modelo supondría una vuelta al denostado constructo de “coeficiente
intelectual”, que ya la ciencia ha demostrado reiteradamente su
inadecuación para captar la naturaleza cualitativa, multidimensional, en
permanente desarrollo y no mensurable de la inteligencia humana. Además
de que hace tiempo ya se han cuestionado las pruebas que se aplicaban
para medirlo, pues suponen una visión cargada de prejuicios y
distorsionada, que tiende a reflejar la cultura y las prioridades de la
persona que las diseñó.
Es un profundo error científico seguir creyendo en el siglo XXI que
se nace con talento o no, o unos con un talento muy reducido y otros con
un talento extraordinario, o que unas personas tienen talento para
llegar al nivel de educación obligatoria y otras personas tienen talento
para seguir estudiando hasta el nivel universitario, o que algunas
tienen talento solo para trabajar en lo manual y otras tienen talento
para dedicarse a labores intelectuales. Incluso, aunque así fuera, está
sobradamente demostrado que es un prejuicio ideológico, marcado por una
concepción clasista y segregadora, concebir que la educación no puede
potenciar, modificar o desarrollar las capacidades o “talentos” de las
personas. Considerar que la educación se debe reducir a “descubrir” el
supuesto talento de cada persona y dedicarse a “clasificarlas” y colocar
a cada quien en el carril correspondiente al talento que le ha tocado,
es un claro prejuicio acientífico marcado por una ideología
profundamente clasista. Porque detrás de esta búsqueda, etiquetamiento y
clasificación de los supuestos “talentos diversos” lo que hay es una
clara intención de colocar a unos en el carril de los estudios de
excelencia y otros en el carril de la formación para el trabajo.
Lo que la escuela debe contribuir es a desarrollar la capacidad de entusiasmar a todos los jóvenes por el aprendizaje
Este prejuicio sin fundamento es el que ha asentado, hasta épocas
recientes, que a las personas con diversidad psíquica o funcional no se
las educaba, porque se consideraba que era un esfuerzo inútil y un
despilfarro de recursos, pues no tenían “talentos aprovechables”. No
podemos volver a prejuicios ya superados sobre el modelo de los
supuestos “talentos”, que considera la inteligencia como algo innato e
inamovible y que afirma, en contra de la investigación y la experiencia
en este campo profesional, que lo adecuado es clasificar a las personas
para dar a cada una una vía diferente según el juicio que alguien
determina en edades tempranas de los niños y niñas. Esto fue lo que
llevó a determinar a temprana edad que Albert Einstein no tenía talento y
era un fracaso escolar.
Ya hace más de dos décadas, Howard Gardner cambió la psicología con
su teoría de las inteligencias múltiples, afirmando que todos las
personas tienen la capacidad de aprendizaje y de desarrollo potencial de
su inteligencia, y que ésta no es algo unitario e inamovible, sino que
es vista como un conjunto de inteligencias múltiples, distintas e
independientes, para resolver problemas y/o elaborar productos que sean
valiosos en una o más culturas. Las personas aprenden, representan y
utilizan el saber de muchos y diferentes modos. Lo mejor que tiene la
propuesta de las inteligencias múltiples es que demuestra que todos y
todas podemos y debemos desarrollar todas nuestras inteligencias puesto
que todos poseemos, en mayor o menor medida, todas las inteligencias.
Lo que la escuela debe contribuir, por tanto, es a desarrollar la
capacidad de entusiasmar a todos los jóvenes por el aprendizaje,
proponiéndoles actividades y experiencias motivadoras y unos contenidos
apasionantes que les adentren en la aventura emocionante de comprender
la realidad y descubrir el saber. Esto solo es posible a través de un
proceso de aprendizaje motivador que facilite realmente que todos los
jóvenes puedan desarrollar todas sus inteligencias múltiples y diversas
hasta el máximo de sus potencialidades.
El talento de Mr. Wert lo que pretende, en definitiva, es excluir a
una determinada parte de la población que ha sido incluida en el sistema
educativo en los últimos treinta años. Para esto sí que tiene talento
Mr. Wert. Para vendernos la segregación por “talentos”, utilizando algo
fundamental en el campo educativo como es la atención a la diversidad.
Por eso debemos decirle muy claramente al Ministro de Educación que
atención a la diversidad, sí; segregación por “talentos”, no.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de León