Cartas. Eduardo Galeano e Isabel Allende.
Había
una vez un viejo solitario que pasaba gran parte del día en la cama.
Se
rumoreaba que tenía un tesoro escondido en su casa y un día unos ladrones se
metieron a buscarlo. Escarbaron por todos lados y por último encontraron un
baúl en el sotano. Se lo llevaron y al abrirlo descubrieron que estaba lleno de
cartas.
Eran
todas las cartas de amor que había recibido el anciano durante su larga vida.
Los ladrones iban a quemarlas, pero lo conversarion y decidieron devolverlas a
su dueño. Una por una. Una por semana.
Desde
entonces, cada lunes al mediodía, se puede ver al anciano esperando al cartero.
Al verlo aparecer, corre a recibirlo, mientras el cartero, que está al tanto
del asunto, agita la carta en la mano. Y entonces hasta San Pedro puede oír los
latidos de ese corazón, loco de alegría al recibir el mensaje de una mujer.
Eduardo
Galeano
El
libro de los Abrazos
¿No
es ésta la esencia juguetona de la literatura? Un acontecimiento vulgar
transformado por la verdad poética. Esos ladrones son como los escritores,
toman algo común, en este caso las cartas, y mediante un truco de magia lo
transforman en algo completamente fresco.
En el
cuento de Galeano las cartas existían y eran del viejo en primer lugar, pero
yacían olvidadas en un sótano oscuro, estaban muertas. Mediante el simple hecho
de mandarlas por correo una por una, una cada semana, los buenos ladrones
resucitaron las ilusiones de aquel pobre hombre. En eso consiste a menudo la
escritura, encontrar tesoros ocultos, dar brillo a los hechos gastados y
revitalizar el alma desesperada mediante el soplo de la imaginación.
Isabel Allende
El oficio de contar
La imagen de esta entrada es un boceto de Gauguin sobre el cuadro que estaba pintando en ese momento su amigo Van Gogh. Éste último se lo envia en una carta a su hermano Theo.
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