Adiós.
La generación más preparada de la Historia se nos va...
Antonio Porras Nadales. Catedrático de Derecho Constitucional de la Univ. de Sevilla
DEBO confesarte, cuando se
acerca el momento de la despedida, que en realidad más que el dolor por
tu marcha lo que siento es una especie de rabia contenida: rabia porque
no hayamos podido ofrecerte un futuro adecuado aquí, en la tierra donde
has nacido. Porque todos sabemos perfectamente que tú y tus compañeros
sois, sin ninguna duda, la mejor generación que nunca hemos tenido en
Andalucía: la más culta y preparada; la única que ha sabido superar esa
tradicional incapacidad y apatía que aquí hemos tenido siempre por los
idiomas, e incluso por el manejo de las tecnologías. Sabemos que
vuestras brillantes licenciaturas y máster han sido el justo fruto de
vuestro sudor y vuestro esfuerzo; que habéis sabido sortear los riesgos
de las drogas y del botellón, enfrentaros al sopor colectivo de
la apatía y el pasotismo, y hacer de vuestros méritos el más brillante
currículo de toda una generación de jóvenes decididos y voluntariosos.
Sí, ya sé que aunque te vayas muy lejos siempre tendremos circuitos de comunicación instantánea, que esto ya no es la dolorosa emigración de los años sesenta, la de "vente a Alemania, Pepe", que ya no vais con la maleta de cartón atada con una cuerda y la boina bien encasquetada. Ya sé que ahora buscáis un futuro competitivo que se ubica en cualquier lugar del planeta y que vosotros seréis en realidad los auténticos dueños del mundo. Pero, qué quieres, no tendré más remedio que hacer un esfuerzo para contenerme las lágrimas en el momento de darte el abrazo de despedida; y me quedaré algo triste de saber que tu vida va a desenvolverse lejos de la tierra donde vivieron tus abuelos y tus antepasados.
Ahora comprendo lo poco que sirve presumir de lo nuestro, engolfarse en la aburrida cantinela de la belleza de nuestros paisajes, la dulzura de nuestro clima y de nuestros vinos, o el encanto de nuestras fiestas y monumentos; de todo eso que causa la admiración de tantos turistas y extranjeros. Porque de qué sirve al final presumir de una tierra que es incapaz de ofrecerle un futuro adecuado a la mejor de sus generaciones. Puede que este sea también un buen momento para hacer un breve balance de lo conseguido en las últimas décadas: para comprobar a dónde fueron finalmente tantas políticas de desarrollo, tantos acuerdos de concertación y empleo, tantos proyectos de sucesivas modernizaciones, tanto fomento de la innovación y apoyo al espíritu emprenditorial, tantos proyectos financiados con fondos europeos. Este parece ser al final el auténtico resultado colectivo de la mejor Andalucía que hemos tenido en varios siglos. Y es que, en el fondo, creo que en realidad lo correcto sería que fuérais vosotros, lo miembros de la mejor generación mejor preparada, los que pasárais a ocupar ahora los puestos de dirección y de liderazgo en nuestra comunidad: la mejor garantía para la más auténtica y definitiva de nuestras modernizaciones. Pero el único camino que la realidad parece ofreceros ahora es el de la emigración.
Puede ser también -lo confieso- que todo esto no sea más que el fruto de mi propia incapacidad y negligencia personal, o sea, que tenía que haberme metido hace tiempo en los circuitos del poder y de la política, donde se colocan los enchufados y los recomendados; pero, ya ves, la verdad es que no lo he conseguido. También podríamos haberte encontrado alguna salida mediocre, más o menos llevadera: de promotor inmobiliario o de agente de seguros; de tratante de ganado o vendedor de pompas de jabón. Pero supongo que no es eso lo que tú esperabas.
La decisión de vuestra generación de avanzar hacia un futuro constructivo en cualquier lugar del mundo constituye en realidad un esfuerzo valiente del que nosotros mismos deberíamos sentirnos orgullosos. Al fin y al cabo, sois la primera y auténtica generación cosmopolita que hemos tenido; y por eso vuestra aportación al crisol del mundo globalizado será, con toda seguridad, una fuerza constructiva, como una hermosa semilla destinada a crecer en otra tierra que no esté tan reseca como la nuestra.
Con todo, cuando se acerca el momento del adiós, sólo quisiera transmitirte un deseo de ánimo y coraje, el mismo que tuvieron otros en parecidas circunstancias. Si colectivamente no hemos sabido prever el modo de incorporaros constructivamente a nuestra sociedad, sólo espero que al menos hayamos sabido daros una preparación suficiente, una formación adecuada para el universo tan complejo de este vuestro siglo; aunque tengáis que demostrarla fuera de nuestras fronteras.
Esperando que sepas comprender toda nuestra frustración y amargura, y que sepas perdonarnos también por todos nuestros posibles fallos, te digo adiós, hijo mío, adiós.
Antonio Porras Nadales. Catedrático de Derecho Constitucional de la Univ. de Sevilla.
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